
El complejo de interrelaciones que se manifiestan por el desempeño de roles en el interior de los grupos y entre los grupos, se nos presenta como una realidad objetiva y ordenada. Cada grupo, y la sociedad en general, son captadas por nuestro intelecto como poseedores de una jerarquía, una ordenación y una regularidad por virtud de las cuales nos resulta posibles orientarnos en la vida social. Si cada vez nos enfrentáramos a una realidad diferente, ordenada de distinta manera, nuestra vida sería un caos.
El aprendizaje societario nos enseña a orientarnos incluso físicamente. Sabemos qué camino tomar hacia la escuela, o el trabajo, conocemos la conducta que podemos esperar de nuestros semejantes y las consecuencias que pueden derivarse de nuestros actos. Nuestro lenguaje común llama a esto “normalidad”.
Lo normal es aquello a lo que estamos acostumbrados; lo anormal es lo que romper las expectativas que nos hemos formado a partir de nuestro aprendizaje social.
Lo normal es el orden; lo anormal es el desorden.
El desorden, sin embargo es una posibilidad real. El rompimiento de la estructura habitual, la irrupción de la rutina, la inestabilidad de la vida colectiva, se presentan también como hechos sociales.
Si no existirá mas posibilidad que la del orden social, no cabria plantearse la pregunta de las razones que lo explican, pero esta es una cuestión fundamental desde el Angulo de la ciencia política.
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